“Los malos están dentro y fuera del país”

Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2021, el abogado José Rodríguez Elizondo ha ejercido como periodista, escritor, diplomático, caricaturista y crítico de cine. Antes del 11 de septiembre de 1973 fue fiscal de la Corfo, un cargo de confianza exclusiva del Presidente de la República. Ocurrido el golpe de Estado, cuando se impuso la dictadura de Augusto Pinochet, fue exiliado a Lima, Perú. En su larga carrera ha recibido diversos reconocimientos y ha publicado 30 libros, entre ellos, reconocidos ensayos, como La crisis de las izquierdas en América Latina. Actualmente es académico de la Universidad de Chile y dirige la cátedra de Relaciones Internacionales en la Facultad de Derecho de dicha casa de estudios.

En entrevista con El Mostrador, sostiene que el actual Gobierno realizó un diseño de conmemoración de los 50 años que subestima “la fractura generacional vigente y la fuerza de dos minorías” y ve al Ejecutivo en un “trance de frustración” abordando el tema. 

-¿Se imaginó que a los 50 años del Golpe de Estado se iba a dar un contexto con tanto desacuerdo en torno al evento? ¿Por qué cree que llegamos a esto? 
–Era bastante previsible para quienes interactuamos con jóvenes millennials y vivimos el 11-S, día que inauguró uno de los periodos más  trágicos y controversiales de nuestra historia. Instalar un programa conmemorativo como el que diseñó el Gobierno fue subestimar la fractura generacional vigente y la fuerza de dos minorías: la de los parientes y descendientes de las víctimas, y la de los parientes y descendientes de quienes dieron o apoyaron el golpe. 

-¿Cómo ve al Gobierno abordando el tema? 
-En trance de frustración. Por lo dicho y por simpatía ideológica y emocional con la primera minoría, no percibió que conmemorar en grande el cincuentenario activaría un debate sin salida. Hoy parece claro que no existe el mínimo común necesario de aceptación de los hechos, de los procesos y, por ende, de la historia. Lo que unos ven como relación continua entre el Gobierno de Allende, el golpe de Pinochet y los errores y horrores de su dictadura, otros lo ven como “negacionismo”. Estos creen, a su vez, que existe una muralla china entre la sistemática violación de los derechos humanos de la dictadura y el proceso político que desembocó en el golpe. Por eso fue tan emblemática la designación y caída de Patricio Fernández. No pudo cuadrar ese círculo. Pero, ojo, en parte la frustración de este Gobierno es secuela de un legado.

-¿Cómo así?
-Porque, con base en la ley del menor esfuerzo, nuestros políticos mayores ya se habían resignado a que la reconciliación era imposible y se dedicaron a administrar el poder. Con ello, renunciaron a debatir y aplicar políticas públicas de unidad nacional y siguieron con temas comparativamente adjetivos. Fue como si el dinosaurio del cuento [de Augusto Monterroso] no estuviera ahí. Como si uno debiera dormir toda la vida con un dinosaurio en la cama. Así fue como nos cayó encima el estallido de la revuelta y pasamos de la ley del menor esfuerzo a la ley de Murphy: si algo peor podía suceder, pues sucedió. 

-¿Qué opina sobre el resurgir de un discurso que justifica el golpe de Estado? ¿Concita un peligro para la democracia? ¿Es el resurgir también de un discurso negacionista?
-Son las volteretas de la historia. “El sueño de la razón produce monstruos”, decía Goya. Corsi e ricorsi –acción y reacción– dicen los italianos. Si un sector de chilenos plantea que no hubo nada censurable en el Gobierno de Allende, otro sector dice que no hubo nada censurable en la dictadura, y los poderes del Estado se ponen a ver el partido… significa que la política se convierte en escolástica. En polémica de creyentes. De ahí el rechazo a la verdad sobre los horrores producidos; la convicción de superioridad moral de políticos en “curva de aprendizaje”; los comunicadores mutados en predicadores; la desprolijidad para administrar y representar al Estado; el reemplazo del estudio de los problemas concretos con la invocación de simplezas ideológicas; la censura al pensamiento crítico camuflada como “negacionismo”. En definitiva, el peligro para la mantención de la democracia.

-¿Cree que estamos atravesando una crisis política y que existe una pérdida de proyectos políticos históricos ? 
-Por lo dicho, creo que estamos a medio morir saltando. Basta con mencionar el tema de la seguridad ciudadana, para ahorrarnos la gran lista de problemas críticos y proyectos ausentes. Nadie discute que los chilenos estamos bajo mínimos en ese ítem. Si nuestros políticos democráticamente elegidos no pueden cumplir con este mínimo elemental, la respuesta es: “Sí, señor, estamos atravesando una crisis de entre media y alta intensidad”. Y si agregamos el ítem corrupción, la cosa se pone más fea, porque ahí estamos rodeados. Los malos están dentro y fuera del país. Por eso, ya son demasiados, a nivel regional, los que votarían por un bioequivalente al salvadoreño Bukele. Según diversas encuestas, quieren mano dura, es decir, autoritarismo. Y es que, descontando las dictaduras, corruptas por definición, ya hay 18 expresidentes y vicepresidentes involucrados en escándalos de corrupción, acusados, procesados y/o condenados, en Argentina, Brasil, Ecuador, Perú, Guatemala, El Salvador, Honduras y Panamá. Visto este panorama, la excepcionalidad chilensis no nos alcanza para seguir “pálidos pero serenos”, que era el lema de una gran revista peruana donde trabajé, durante mi exilio [en referencia a la revista Caretas].

Fuente: Elmostrador.cl
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